Carrera larga de las pruebas selección WOC-EYOC Soria
Crónica de Roberto Vega
El domingo 30 de mayo de 2021 al desplazarme con el coche cruzando praderas, campos cultivados, robledales hasta incrustarme en los majestuosos pinares del Mojón Pardo noté la misma sensación de expectación que he sentido desde aquel recóndito 2011. ¡Una década ya!
Es cierto que mayo ha venido repartiendo agua y temperaturas agradables a su caprichosa voluntad. Quizá por ello el desplazamiento de esta mañana, recién estrenada, los verdes eran interminablemente benefactores.
Curiosamente siempre he ido al campo de fútbol de San Leonardo de Yagüe por el mismo sitio; he aparcado antes de la bifurcación en la cuidada zona recreativa que siempre, afortunadamente, ha estado vacía; me he cambiado de ropa con idéntica reverencia hacia el musgo sobresaliente, los pinos rectísimos y las rocas intimidantes. Siempre he preferido andar para observar mejor el pulso del ambiente orientador que tiene como centro de competición el mismísimo campo de fútbol y alrededores.
Las referencias de la salida estaban claras en el boletín final de la FEDO. Los pajaritos insectívoros eran un coro narcotizante mientras caminaba solo por el andén peatonal de la carretera que nos puede llevar hasta Palacios de la Sierra.
“He vuelto, me decía, he vuelto”.
Los paseantes madrugadores regresaban. Iban y venían coches. Un muchacho del CEAM-IBI-O me alcanzó trotando: le pregunté, me respondió cortésmente, le deseé ánimos y suerte, me lo agradeció.
Al llegar a la caseta blanca había caravanas y a unos cien metros la salida que ya tenía fluidez. “He vuelto al meollo, me dije, he vuelto al meollo”. Deportistas jóvenes, sus familiares, algún calentamiento desganado, conversaciones en los corrillos: son los latidos del mundillo orientador dentro del bosque. A unos trescientos metros la meta protegida de la lluvia (el centro logístico, no la baliza) y una zona accesible donde habían aparcado varias decenas de vehículos.
¿Podré ser espectador de las evoluciones de estos consumados atletas? Mi rumbo era el norte como el camino que se bifurcaba ahí mismo; siempre al norte y de vez en cuando atreviéndome a sacar de la mochila el mapa del Ibérico 2014 para seguir aprendiendo cartografía. Me entretuve observando las apariciones y desapariciones casi fulgurantes de los excelentes deportistas, los jadeos juveniles al borde del camino, las pisadas delatoras de varias deportistas que localizaban una baliza en una hondonada visible entre el follaje a escasos quince metros de donde me encontraba sentado al borde del camino, los sorprendidos ciclistas aficionados a la BTT…
Cuando decidí concluir mi temerosa y breve visualización de la cartografía del Robledillo/Majaliana y regresar, continuaban las conversaciones en los corrillos sobre el pasado atlético de los orientadores; los lamentos de una joven enfadada; la resignada decepción de un joven que no ha superado al favorito… Son los latidos recurrentes tras la competición a pie en el bosque.
Pero mi segunda gran satisfacción fue coincidir con el Ibón Ángel Elhombre que se cambiaba junto a la caseta blanca. Me acogieron los aragoneses en Armantes hacía bien poco y fue facilísimo conversar sobre lo que implica practicar la Orientación, sobre los sacrificios familiares, sobre los frecuentes viajes, sobre la necesidad liberadora de practicar la orientación, sobre otro reencuentro futuro en algún bosque…